Europa y su relación íntima con oriente, se ha mantenido gracias a la lectura de las Santas Escrituras y a las peregrinaciones. Hacia el año 1.000, la lucha de España contra los musulmanes forjó el concepto de Guerra Santa. Cuando el monje "Pedro el Ermitaño", predicaba la liberación de Tierra Santa por las ciudades de Europa durante la última década del Siglo XI, promovió la primera cruzada ante el Papa Urbano II. El Papado reunió un concilio en Clermont que propondría a los Caballeros de la Cristiandad una acción piadosa de salvación espiritual y eterna a la clase militar de los Caballeros, "Una cruzada para reconquistar los santos lugares".
Alrededor de ocho cruzadas, donde la alta nobleza europea a menudo dirigida por sus soberanos: Conrado III de Alemania, Luis VII de Francia, Ricardo Corazón de León de Inglaterra, Felipe Augusto II de Francia, Federico I de Alemania, Andrés II de Hungría, Federico II de Alemania, Luis IX de Francia "San Luis", pudo expresar su fe y la fuerza de las armas de sus contingentes, que fueron ejércitos en permanente crecimiento y simultáneo relevo durante dos siglos.
La primera cruzada (1098-1099) fue dirigida por Godofredo de Bouillón, Duque de Lorena; pero compuesto de malos caballeros, acompañada de mercenarios más terroristas, invadieron el medio oriente, matando, asesinando y exterminando a todos aquellos que protestara, en medio de una barbarie de sangre y fuego; pero, según las palabras del Papa Urbano II “El Cristo lo ordenaba” y los asesinos “Merecerían el perdón eterno”. Desde la toma del simbólico centro del mundo, Godofredo de Bouillón fue elegido Rey de Jerusalén, título que él rechazó para adoptar el de “Defensor del Santo Sepulcro”.
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